La práctica artística de Selma Guisande, es sin duda, una muestra de la relación de los procesos creativos (imaginativos) con los quehaceres de la cotidianeidad; nos conecta a través de una mirada minuciosa a detalles que se escapan a primera vista, pero que están presentes de forma constitutiva. Existe un metalenguaje que nos lleva de la proyección de una sombra a la complejidad de la figura humana, una figura que se resiste a sus propias formas y se expande a través de la luz y/o el color. La obra de Guisande refleja sus sentires sobre el mundo pero también sobre el cuidado de sí y los aspectos íntimos del ser humano; es posible experimentar desde esta propuesta artística, la dimensión política y al mismo tiempo este espacio de resguardo desde la creación misma. 

 

Esta exposición está planteada desde dos posibles dimensiones, por un lado, una dimensión que expresa un amplio sentido social y político, tomando como referencia la eclosión de la bomba atómica en Hiroshima y las sombras humanas impresas sobre las calles de esta ciudad, como consecuencia del impacto de calor de “cuatro mil grados centígrados” emitidos por la bomba. Por otro lado, existe una dimensión más personal, más íntima, abordando temas relacionados a la memoria, la identidad, el cuerpo, el archivo, sin perder claro su relación con el contexto. En estas obras es visible la noción de movimiento, de tránsito, de continuidad, así como las referencias a la historia de la fotografía, que se enlazan a través de elementos como la sombra, la búsqueda de la copia de la copia, la noción de deconstrucción, la ausencia y presencia de color, la luz y la sombra como proyección, entre algunos otros elementos.

 

Esta exposición nos incita a observar los detalles, a mirar desde una óptica -otra- las posibles representaciones del cuerpo y sus desdoblamientos, sus imaginarios sociales, como una forma de dimensionar las implicaciones de la producción artística relacionada a la experiencia personal, histórica, contextual.

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Co-curaduría: Fausto Gracia